Hoy me siento especialmente consternado. Acabo de conocer el lado más duro de la crisis, de la pobreza, de la miseria. No se trata de los millones de parados que hay en este país que no han conseguido un empleo en los últimos 5 años, ni esas familias cuyos miembros se encuentran todos en desempleo y no hay un mísero sueldo que llevar a casa, ni esos ciudadanos y sus familias que recibieron la promesa del gobierno más demagogo y traidor, a los que dicen que son sus principios fundamentales, de la instauración de un plan de ayudas por su condición de dependientes en base a problemas trágicos de salud y que nunca han visto un miserable duro, ni, muchísimo menos, esas familias que se ven abocadas a la exclusión social y la marginación porque los bancos que arruinaron unos señores que se jubilaron multimillonariamente y que han sido rescatados con el dinero de los contribuyentes, les expulsan de sus casas y les convierten, además, en deudores de por vida (en el momento de concederte la hipoteca te tasan la vivienda en 300, amortizas 100 y cuando la falta de empleo, de la que no tienes la culpa, te impide seguir pagando te quitan la vivienda y sigues debiendo 200, con lo que cobran dos veces)
Todos estos casos no son el paradigma del dolor y la
tragedia que la gestión de los políticos, que nunca responderán por su pésima
gestión y la ruina causada, siembra a lo largo y ancho del país. Los parámetros
verdaderos y reales de esta tragedia vital los marca Candela Peña de ¿profesión?
actriz, española, que la precisión es importante para contextualizar el hedor
moral que desprende el caso.
La pobre Candela se siente profundamente agraviada porque no
le contratan para hacer una película al mes. Ella que se siente particularmente
importante porque ha ganado tres premios Goya en su carrera. Los premios Goya,
nos los vendan como nos los quieran vender, se reparten en una reunión de
colegas y amiguetes con el loable y pulcro objetivo de decir al mundo lo buenos
y estupendos que son. Es como si nos reunimos los componentes de mi familia en
el salón de mi casa y decidimos otorgar a mi Teckel Gari Matrícula de Honor y
Doctorado en Derecho Penal y proclamamos a los cuatro vientos que es el mejor
picapleitos del año. Ese es el valor que tienen los endogámicos premios Goya,
que dicen defender la Cultura
cuando lo que defienden es el bolsillo.
Para que seamos conscientes de la gravedad del caso de
Candela y, por ende, supongo yo, del gremio en general, les paso a exponer los
ejemplos que la ínclita cita para que seamos conscientes de su trágica situación.
Si son ustedes de lágrima fácil y emociones a flor de piel, les recomiendo no sigan
leyendo dada la crueldad de la situación que paso a exponer.
Candela compra en el Dia. ¿Hay mayor síntoma de exclusión
social? Es absolutamente injusto que una de las más laureadas representantes
del gremio que lucha a brazo partido por culturizarnos con su sacrificio
(Torrente, El pagafantas…) deba realizar la compra en un establecimiento que,
ni por asomo, se les ocurriría visitar a la inmensa mayoría de ciudadanos de
este país. ¡Qué vergüenza!
Candela no puede viajar en AVE. ¡Insoportable! Es de sobra
conocido que todos los ciudadanos de este país que se desplazan entre sus
principales ciudades lo hacen. De hecho, ya no existen autobuses que las
comuniquen por falta de demanda, las carreteras se encuentran vacías de
turismos y las líneas de trenes más lentas, incómodas y baratas pasaron a la
historia por falta de uso.
Y lo que es peor, rayando en el desgarro más vital, Candela,
al contrario que la inmensa mayoría de mujeres de este país, no puede
permitirse que le maquille una tal Matallana, quien cobra a 300 eurazos el
rimel, total para que se te corra de tanto llorar tus desgracias. ¡No hay
derecho!
Esta es la ingrata situación de un gremio que dice haber
nacido para ser actrices y actores. Una auténtica injusticia. Este es el termómetro
de la moral de este país. Personajes que dicen tener una vocación y que se
creen en el derecho inviolable de tener que ser sufragados con el dinero de los
ciudadanos, para perpetrar, además, una labor que no tiene demanda del público,
precisamente, por su nefasta calidad media. ¿Se les ha ocurrido en algún
momento a estos jetas que si hiciesen un producto de calidad su “industria”
podría financiarse con la afluencia de público?
Esta gente califica de Cultura su “industria” y por ello
debe ser subvencionada con dinero público. Nada dicen de que, por igual motivo,
deberían ser subvencionados todos aquellos
ciudadanos que digan haber nacido con vocación de escritores, pintores,
músicos… Por supuesto ni se les pasa por la cabeza que, si no consiguen ganarse
la vida con su vocación, puedan tener que dedicarse, como millones de sus conciudadanos,
a otra actividad laboral que les sirva para subsistir. Quizás opinen que los
millones de niños que actualmente pueda haber menores de, digamos, 10 años y
que dicen querer ser futbolistas en el futuro, pues deban ser mantenidos como
tales por el Estado hasta los 35 años aunque sean unos tuercebotas cuyos
partidos no atraigan la atención de nadie. Todo porque no se vean abocados a
tener que hacer la compra en el Dia.
Este es el nivel moral de la élite cultural de este país sin
futuro. Por supuesto, cuando llegue la próxima cita electoral, harán campaña a
favor del partido que les prometa más subvenciones, ese es su concepto de lo
mejor o peor para este país. Este es el rumbo.
Finalmente un consejo: si lo que aquí ha leído le parece mínimamente
acertado, no lo exprese en público. Los miembros de este Sindicato de la
Cara Dura le llamarán fascista y vocero de
la ultraderecha. Son cultos y progres.
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