UN MUNDO FELIZ

UN MUNDO FELIZ. Huxley lo auguró y ya hemos llegado

domingo, 27 de junio de 2010

Inadaptados

Bernard Marx era el inadaptado a la perfecta sociedad Fordiana ideada por Huxley. Un rebelde, un disconforme silencioso. Su aparición en la novela resulta un oasis para muchos de los que la hemos leído. Me ocurrió a mi y le está ocurriendo a mi amigo Jesús. Nada mejor en una obra literaria que hallar un personaje con el que sentirte identificado, siempre y cuando no sea el héroe, ya que de ser así estás cayendo en una mentira que demuestra que, o bien eres un adolescente inmaduro o un adulto sin madurar, es decir, un perfecto exponente de lo que te cruzas por la calle sin cesar. Jesús acaba de comenzar la novela y aún no sabe que Marx va a claudicar, o sea, nos va a traicionar. Menudo cabrón. Otro espejo que se nos hace trizas. Habrá que resignarse y aceptar que dejarse seducir por el canto de sirenas es lo natural. Bastante hacemos algunos con haber sobrepasado los cuarenta y seguir teniendo dificultades para tragar. Nuestra etiqueta dice: raros, inadaptados.

Bernard Marx no era el único. En el mundo feliz había reservas donde recluían a aquellos que resultaban incómodos básicamente por lo que representaban: la historia, el pasado que la oficialidad necesitaba ocultar –en el XIX esto se convirtió en movimiento político- Los habitantes de la reserva se ven en la novela representados por un personaje llamado el Salvaje. La desesperanza que emana de la novela es que los inadaptados se rinden como Marx o acaban como el Salvaje, balanceándose a un metro del suelo. Y si ese es el mensaje de Huxley me pregunto si la novela no forma parte en realidad de una propaganda sutil de la oficialidad. Huxley, Huxley…

Cuando yo era un chaval que empezaba a abrir los ojos los inadaptados eran los punks. Ya saben, la mugre y la furia y tal. Demasiado forzado para durar. Una impostura absurda como otra cualquiera, los hippys, sin ir más lejos. Como si auto anulándose a base de mierda fuera posible cambiar nada. Aunque hay que reconocerles que, al menos, prefirieron la autodestrucción a la sumisión, en cierto modo.

Los inadaptados de hoy son los poetas. ¿Les sorprende? Pues sí. Hay mil veces más rebelión en un poema de Panero que en el impacto de un adoquín contra la luna de un banco. Porque escribir poesía es huir. Porque escribir poesía es dedicarse a algo a lo que el rebaño jamás prestará atención y a lo que los editores tratarán con desprecio. Porque escribir poesía es tener que renovarse cada día y no poder publicar todos los años la misma novela cambiando simplemente el nombre de los personajes y la ambientación como los Asensis, Zafones y demás vendedores de comida rápida. Porque escribir poesía es ser inconformista, raro, discreto, iluso y un tanto suicida. Inadaptado.

domingo, 20 de junio de 2010

Soma

Sobredosis de soma es lo que tenemos. Y va para largo. Un colocón de 30 días. El soma es una droga que aparece en la novela Un mundo feliz (Brave New World) de Aldous Huxley, en la que los personajes la consumen y con la que curan sus penas, ya que en la novela el soma es una droga que todo el mundo toma cuando se encuentra deprimido. En la obra literaria la gente toma a menudo vacaciones de soma para encontrarse mejor anímicamente. Es el Estado quien se encarga del reparto de esta sustancia a fin de controlar las emociones sentidas por los miembros de la comunidad con el fin de mantenerlos contentos, factor imprescindible para no poner en peligro la estabilidad social. ¿Les suena? Es lo que ahora llamamos furbol y los romanos llamaron circo, con la única diferencia de que en aquel se corre tras un balón y en este delante de un león. Esto demuestra que seguimos siendo tan gilipollas como hace 2.000 años y que los que rigen el cotarro cobrando de nuestros impuestos nos distraen de la realidad y de sus mangoneos con caramelos. ZP hace pública una reforma laboral coincidiendo con el debut de la selección en el mundial de Sudáfrica. Sin ninguna maldad, ¡eh!, que es que el pobre trabaja tanto por nuestra felicidad que no se ha podido enterar que se lleva dos años hablando de que llegaba este mundial de soma, digo de furbol. Paz social a base de tres partidos diarios. Para cuando acabe el mundial ya será temporada alta chiringuitera y nadie se acuerda de 4 millones y pico de parados, pensiones tiritando y despido barato. ¿Qué podemos esperar de un país –sus ciudadanos, mejor dicho- que solamente ha protagonizado revueltas sociales en los últimos 30 años en Vigo y Sevilla cuando descendieron a sus equipos de fútbol a segunda división por deudas? ¿Qué podemos esperar de una ciudadanía que venera a clubes de fútbol que pagan sueldos megamillonarios a niñatos semianalfabetos mientras mantienen unas deudas brutales con la Seguridad Social? ¡Esto sólo puede ser droga, cojones! Y rebaño. Cabrón de Huxley, es que lo clavó. Él mismo se asombró treinta años después de su novela de lo rápido que se estaban cumpliendo algunas de sus, en teoría, absurdas suposiciones. Somos gilipollas, se mean en nuestra cara y decimos que llueve. Nos lo merecemos todo, todo.

sábado, 19 de junio de 2010

Gore

Me acaba de telefonear Gore. Cine no, Al. Porque me ha pillado recién levantado y soy lento de poner en marcha que si no me sobresalto. Se ha enterado de lo de las golondrinas. Seguro que ha sido mi vecino el que se ha chivado. Mi vecino es un gilipollas que consigue hacerme creer que soy un tipo importante con una vida importante estando todo el puto día tras los visillos vigilando todos mis movimientos. También los del resto de vecinos pero es que esos sí son importantes. El cabreo de Gore, Cine no, Al, era mediano. La cuestión es que una pareja de alegres golondrinas han decidido resolver su solución habitacional construyéndose un adosado en mi alero. Bueno, mi alero y el de Banca Cínica, que tienen parte. Y como no me han consultado y, mucho menos, han apoquinado licencia de obras, pues he cogido una larga caña de pescar a la que he acoplado una espátula y desde una ventana voy por el tercer derribo -es que son persistentes de narices- sin municipales ni nada. Yo solo, con un par. Y Al (usaré el nombre de pila para evitar confusiones) me ha llamado para montarme el pollo porque Rodríguez de la Fuente no puede. ¡Qué tío! Me ha dicho que dejo de molestar a los pobres animalillos o se me presenta en Pamplona con el jet privado y me monta una conferencia en el Baluarte por un módico caché de 240.000 euros y se entera todo quisqui de mis crímenes medioambientales. Ahí me he despertado. ¡Rediós! – le he dicho- ¿Y quién me soluciona a mi la guarrada de los lamparones anales que acampan en mi fachada? Agradecido deberías estar – me salta el tío- algo similar, pero en horizontal, perpetró Miquel Barceló en la Sala XX – veinte, no vean nada pornográfico- del Palacio de Naciones de la ONU en Ginebra y les costó 20 millones de euracos. Ahí me ha dao. Pensándolo bien, de aquí a la próxima edición de ARCO me da tiempo a cortar esa fachada del resto de la casa con cincel y Aquarius y exponerla el año que viene. Lo mismo me forro y paso de levantarme a las 5 de la mañana para ir a currar a acostarme a esas horas de vuelta de una performance cualquiera. Ahora vuelvo, que voy a echar de comer a las golondrinas.

sábado, 12 de junio de 2010

El jefe

Buenas, soy yo, el jefe del capullo titular de este blog. Y como en este mundo no hay justicia ni lógica pues escribo yo en su blog porque me sale. Porque me sale y porque los tipos intelectualmente vulgares nos pasamos la vida pensando qué coño podemos hacer para tener nuestro minuto de gloria mensual. Minuto que nos es imposible conseguir en nuestra faceta laboral por nuestra discapacidad técnica, mental y ética. Mi subordinado, el cabronazo que escribe en este blog, me conoció hace justo veinte años. Alguien le envió para que me ayudase a descargar unos paquetes de un coche de la empresa y me miró -este gesto lo ha repetido miles de veces conmigo posteriormente- como sólo se mira a un imbécil con galones porque me recorrí medio polígono de Landaben intentando abrir todos los Renault que había allí aparcados con una llave de Opel. A mi no me parece para tanto, pero lo que me jode es que fue él quien se dio cuenta de la marca de la llave que llevaba yo en mi mano. Yo creo que ese suceso marcó nuestra relación futura. Ese día ya empecé a sospechar que este me iba a salir con criterio, o sea, hijoputa. En estos veinte años me he dedicado a medrar en la empresa como solo hacemos los que no podemos ascender a base de talento, por ejemplo. Una vez arriba, la metodología es la siguiente. Lo primero es ser consciente de que eres un incompetente de cojones y que, por consiguiente, jamás en la vida serás capaz de convencer a nadie con argumentos, por lo que la táctica a emplear será siempre la de la imposición. Para esto hay que afinar con la elección de tus colaboradores más próximos. A los tipos que trabajan honradamente, a brazo partido y con profesionalidad, se les estigmatiza con cualquier excusa para que no tengan voz ni voto, porque estos suelen resultar reflexivos, ingeniosos y, para más INRI, celosos de sus derechos. ¡La madre que los parió! ¡De sus derechos y encima tienen ideas más brillantes que tú! En fin, me voy a relajar no sea que me caliente como aquel año en el que en fiestas del pueblo le rompí una guitarra en la cabeza a uno de mis amigos (mi mal beber es legendario en toda la Ribera). Bien, sigamos. Estos que piensan, fuera. Hay que elegir como colaboradores a tipos que sean intelectualmente inferiores a ti (en mi caso la búsqueda ha resultado ardua) gente que se encuentre con un cargo de confianza al que no habría soñado llegar ni pastando en el mayor campo de amapola afgano. Vagos, mediocres, sin criterio ni personalidad (esto sería particularmente dañino para el funcionamiento de mi empresa). Con estas cualidades tienes garantizado su agradecimiento gástrico de por vida, que la gente capacitada te acaba discutiendo las cosas. Así hemos ido tirando veinte años. Con la minga. El caso es que no se qué falla en este magnífico método mío que llevamos ya un año en el que la empresa está cogiendo un color muy chungo. Y miren que he ampliado mi red de cortesanos inanes y borreguiles hasta una dimensión ya un poco cantosa. De seguir así va a haber más guardias en las torres que negros recogiendo algodón. Bueno, es igual, aplicaremos próximamente una reducción salarial bajo la amenaza de que si no tragan nos vamos a China. O que vendrán los chinos aquí, que eso acojona más. Y si se ponen tiesos, que se jodan, que ahora el Zapatero Socialista Obrero Estatal nos va a permitir mandarlos a la mierda por cuatro ochenas si justificamos unos mesecillos de pérdidas sin importar si la culpa es de los que gestionamos o si nos hemos pegado veinte años ganando dinero a espuertas. Se chapa y fuera, que a mi me va a pillar con cincuenta y muchos y el riñón bien albardao y, además, estoy hasta los huevos de que el dueño de este blog no haya forma de que agache la cabeza cuando nos cruzamos por el pasillo. ¡Soberbio cabrón!

jueves, 10 de junio de 2010

Ulises

Ulises era un cabrón. Más listo que el aire. Bueno, listo no, inteligente. Lista es Leyre Pajín. Se pegó diez años en las playas de Troya usando el coco mientras otros sólo sabían dar mamporros y otros diez años de regreso a casa venciendo mil dificultades dándole vueltas al cogote. Lo dicho, un cabrón (que se lo pregunten al Cíclope) pero un cabrón con clase. Aunque cuando llegó a casa se le fue un poco la olla con los pretendientes y las sirvientas. Un día de furia, digamos. Cualquier escribiente echa un borrón. ¿Quién quiere ser Ulises hoy? Nadie. La gente prefiere ser Aquiles, un animal que arreglaba todo a zurriagazos con la pica. Mucho brazo y poco cerebro. Ese es el modelo. La culpa es del cine. Bueno, del cine y de que ser inteligente requiere esfuerzo y talento. Hacen una adaptación de la Odisea y eligen como Ulises a Armand Assante. Hacen otra adaptación de la Iliada y eligen como Aquiles a Brad Pitt. ¿A quién va a querer emular el rebaño? Exacto. A Aquiles Pitt. Hemos conseguido globalizar la coz y minusvalorar la astucia. Nuestros héroes nos definen. Ya dijo Pérez Reverte que en este mundo cualquier imbécil puede ser Héctor o Aquiles. Lo difícil es ser Ulises.