UN MUNDO FELIZ

UN MUNDO FELIZ. Huxley lo auguró y ya hemos llegado

jueves, 18 de noviembre de 2010

Sara

Sara encontró al resto de sus días con las maletas hechas al regresar a casa una tarde. El tiempo, y con él los latidos, se detuvieron de golpe al cerrarse la puerta. Ese día su corazón dejó de remar y sólo su cabeza rige su navegar. Y sólo con cabeza, con razón, no se puede soñar, porque entonces la vida deja de ser una búsqueda y se convierte en un viaje. Y los viajes sin sueños, sin fe, se convierten en paisajes en blanco y negro y en poemas de versos de sentido único.


La tristeza es un cielo con nubes en lista de espera,
la alegría es un desliz que el destino nos cobra,
la angustia es un buzón sumido en la ansiedad
por la carta que no llega.

Y los versos resultan tañidos
que acompasados anuncian la sombra
y el invierno extiende su prisión incolora
sobre la superficie del lago
apresando a los peces de vocación saltarina.
Y no hay labios y no hay tacto
y se detienen las olas,
la marea diaria.


Y cada noche, al acostarse, Sara se dice que así son las cosas, lo que suena como el ladrido del perro cobarde que pretende contagiar su miedo para así engañarse y creerse fuerte. Mientras su corazón, a quien ella niega la voz, se pregunta qué maldita penitencia redime a los corazones caídos en la desolación, asesinados por la quijada de la traición de aquel a quien entregaste tu vida y consagraste tu ser.

Y los versos resultan tañidos
y no hay labios y no hay tacto
y se detienen las olas, la marea.