Las grandes empresas constructoras de España estaban
acostumbradas a ofertar, en lo que a obra pública se refiere, absolutamente a la baja con presupuestos
imposibles por falsos. Dos motivos claros: contribuir a engañar a los
ciudadanos, en connivencia con la clase política dirigente, sobre el coste real
de las obras a cargo de sus impuestos y, a partir de ahí, comenzar una espiral
brutal de subcontratas a base de machacar las condiciones salariales y
laborales de los trabajadores. Aún así, el coste real multiplicaba salvajemente
el presupuesto y ese desfase en lugar de asumirlo la empresa lo asumía el
erario público. Resultado: los trabajadores jodidos, los ciudadanos
"paganinis", los partidos políticos con su "mordida"
correspondiente y los ejecutivos que realizaron un presupuesto falso más
enriquecidos aún. Ahora no hay dinero para hospitales y colegios, pero tenemos
unos aeropuertos cojonudos donde corretean los conejos a su libre albedrío.
Esto es España, el país donde el pícaro no es un sinvergüenza sino un héroe. Todo
un retrato ético con sus consecuencias.
Sacyr (Marca España, bien sûr) marchó a Panamá creyendo que
podría actuar bajo los mismos métodos corruptos y bajo el mismo halo de
inmunidad que da el dinero a repartir (Marca España donde las haya) realizando
una oferta, para una obra faraónica, absolutamente ridícula (ya entonces se advertía de que era irrealizable con ese coste) y ahora parece que el
menospreciado cliente americano les sale gallo, u honrado. Vamos, que no es
como un presidente autonómico español, y amenaza con hacer cumplir el contrato.
Temo que tratándose de un país modesto habrá hilos
intergubernamentales que solucionarán el problema de la empresa española, a no
ser que los estadounidenses (muy vinculados al canal de Panamá, con gran peso
en el país y con empresas que salieron perjudicadas en el concurso de la obra
por la estafadora propuesta de Sacyr) hagan de primo de Zumosol con sus vecinos
continentales. Porque señores dirigentes y ejecutivos de Sacyr: puede resultar
que los métodos que empleaban en España para enriquecerse esquilmando el dinero
público gracias a comisiones y donaciones a los partidos políticos que promovían
las obras, no valgan a tantos kilómetros de distancia. Y eso que es Panamá y
saldréis de ésta de un modo u otro, porque si se os ocurre plantear una golfada
de este calibre en un país como Estados Unidos os ponen un buzo de butanero y
no salís a la calle en la puta vida.
Porque aquello no es España y el pícaro no es un héroe.