UN MUNDO FELIZ

UN MUNDO FELIZ. Huxley lo auguró y ya hemos llegado

jueves, 16 de diciembre de 2010

Yolanda

Yolanda sonríe. Lo hace con la naturalidad con que sonríen las personas que no conciben estar vivo sin hacerlo. O mejor dicho, sentirse vivo sin hacerlo. Sonríe con una franqueza tan simple y, a la par, tan arrolladora que te deja sin palabras. De pura envidia. Yolanda sonríe y es de los gestos que te hacen reconciliarte con lo que sea. Pónganle el nombre que quieran.

Llegamos a unas fechas en las que, para sentirnos bien, correremos como posesos a entregarnos compulsivamente a la adquisición de cosas que no necesitamos gastando dinero que no tenemos. Comeremos sin hambre, beberemos sin sed y saludaremos con efusiva hipocresía. Nadaremos en un mar de abundancia sin sentirnos ni por un solo momento afortunados por disponer de tantas y tantas cosas, porque cuando siempre has tenido algo llega un momento en que no lo valoras.

Yolanda va a sentirse bien independientemente de las fechas que marca el calendario. No necesita acercarse a los grandes almacenes de su ciudad para hacer acopio de bolsas repletas de vacío. Yolanda se sentirá bien simplemente charlando con su hermana Elena porque ya pueden hacerlo sin la presencia del cruel árbitro que hasta ahora recitaba una penosa cuenta atrás sin aparente intención de enmienda. Paseará con su madre con la pausa y la quietud emocional que da el saber que pueden hacer planes para la próxima semana y besará a su padre con la tranquilidad de que hacerlo ya no le sumerge a él en un pozo de sollozos porque sus besos ya no dejan tras de sí el portazo de una despedida. Yolanda se siente afortunada con las cosas que al resto nos pasan desapercibidas.

Yolanda fue diagnosticada de cáncer de mama a la edad de 34 años. Con metástasis ósea y hepática. Acaba de terminar su travesía por el infierno y no lo parece porque Yolanda, simplemente, sonríe mientras te cuenta lo que le ha ocurrido con una sencillez que te hace sentirte desafortunado. Sí, desafortunado. Porque ahora Yolanda está en disposición de valorar y exprimir las cosas y gestos aparentemente más simples, prescindibles y sutiles que nos rodean y que al resto nos pasan desapercibidos mientras perseguimos la liebre mecánica, el señuelo material, estúpido y vacuo que periódicamente cambiamos por otro igual de estéril e inane desde cualquier punto de vista humano y sentimental.

Podemos optar por sentir, desde nuestro engreído y absurdo concepto de normalidad, pena por lo que le ha ocurrido a Yolanda o podemos mostrar nuestra admiración por la entereza con la que ha llegado hasta aquí y, si me permiten, nuestra pizca de envidia por el sinfín de cosas que a partir de ahora van a hacer que Yolanda se sienta feliz y que nosotros ni percibimos.

Mientras tanto, con sencillez y con la determinación que da saber que la vida siempre es aquí y ahora, Yolanda sonríe

viernes, 3 de diciembre de 2010

Yo, profeta, auguro


Querido Al:

No dejo de pensar en ti. Me has jodido la vida llenándote el bolsillo de millones que te sirven para mejorar el tunning de tu puto jet privado. (aviso: hoy estoy malhablao) Confié en ti, te creí a pies juntillas todos y cada uno de los truculentos augurios que, en forma de venganza de la Madre Tierra, nos deparaba el futuro más inmediato. Creer en ti ha hecho mi vida insoportable, cabrón.

Vendí aquel estupendo todoterreno que tanto contaminaba y que me permitía acudir al trabajo por las mañanas en el duro invierno y lo sustituí por un precioso descapotable, no contaminante, de energía solar y estupendo para sentir el viento en la cara en ese futuro inmediato de sol y moscas que juraste nos aguardaba. Me han despedido por no acudir al trabajo ya que el reluciente trasto no arranca, dado que llevamos diez días bajo la nieve y el hielo, aquello que en absoluto importaba lo más mínimo a mi anterior vehículo.

Nieve y hielo, Al. Lo juro. Sí, nieve y hielo cuando todavía falta un mes para que entremos oficialmente en el invierno. Ese resplandeciente y cegador invierno que juraste nos aguardaba para siempre.

Mi actual mascota ha muerto, Al. Vendí aquel precioso San Bernardo que tanta compañía me hacía pero que de ninguna manera soportaría el clima que nos juraste nos aguardaba para siempre y lo sustituí por un caniche de esos de exposición y que en la pelu te lo dejan hecho un pincel. Le rasuran todo el cuerpo salvo el cogote, las patitas y la punta del r… y parece una estrella de la pasarela. Acabo de despegarlo de la cerámica de la cocina usando el soplete que mi vecino utiliza para quemar el cuto el día de matanza.

Estoy deshidratado, Al. El grifo ni gotea pues el hielo es perezoso a través de las tuberías. Tiré por el fregadero todas las botellas de vino y J&B que había en casa ya que el alcohol no casa con la sofoquina que juraste nos aguardaba y llené la despensa de latas de Coca Cola (¿no te patrocinarán, cabrón?) Tengo Coca Cola como para aflojar las tuercas de todos los submarinos de Rusia y Estados Unidos juntos. No hay dios que se las beba, Al. Levamos diez días sin pasar de 1º C y no recuerdo el color del suelo de mi calle, ese que tapa la puta nieve que juraste no volvería.

Está muriendo gente, Al. Dice la prensa que en Centroeuropa esta semana han fallecido treinta personas. Joder, Al, cerraron los albergues para la gente sin techo ante el verano saharaui permanente que juraste nos aguardaba.

Estoy perdiendo masa muscular. Las vacaciones de verano me las guardé para estas fechas ante el cálido invierno que juraste nos aguardaba y llevo diez días sin salir de casa. No puedo más. Tengo problemas estomacales porque estoy hasta los huevos de comer pingüino, esos bichos que aseguraste se extinguirían y ahora colonizan mi calle, Al, con lo bien que me sentaba antes la ensalada. Veo a mi vecino desde la ventana sobre la nieve mientras me crujen las tripas y me acuerdo del avión aquel de los Andes… Joder, Al!!!

Parezco de cartón piedra, Al. La piel me está evolucionando hacia una especie de pergamino granuloso sin tacto ni permeabilidad. No tengo qué ponerme. Tiré a la basura toda la ropa de abrigo que no necesitaría ante el futuro asfixiante que juraste nos aguardaba y tan sólo me quedé con un par de pantalones cortos de Osasuna, un Meyba de los 80 que encontré en el desván y una pamela que debió dejar olvidada mi madre de cuando iba a Benidorm. No tengo ni calcetines , Al y debo intuir que eso negruzco que hay a metro y pico de mis cansados ojos son mis pies.

Eres un cabrón. Ojalá se te hiele la puta cuenta corriente esa que amasaste dando conferencias avisándonos del tórrido futuro que nos aguardaba. Si hubiese justicia en este mundo ahora mismo te mandaban de jardinero al puto Ártico sin guantes de podar ni nada, en bolas.

Joder, no puedo más!! Y estamos en otoño!! El invierno aún no ha llegado y hay una foca echando la siesta en mi jardín. No lo soportaré. Si al menos no hubiera tirado el J&B!!

jueves, 18 de noviembre de 2010

Sara

Sara encontró al resto de sus días con las maletas hechas al regresar a casa una tarde. El tiempo, y con él los latidos, se detuvieron de golpe al cerrarse la puerta. Ese día su corazón dejó de remar y sólo su cabeza rige su navegar. Y sólo con cabeza, con razón, no se puede soñar, porque entonces la vida deja de ser una búsqueda y se convierte en un viaje. Y los viajes sin sueños, sin fe, se convierten en paisajes en blanco y negro y en poemas de versos de sentido único.


La tristeza es un cielo con nubes en lista de espera,
la alegría es un desliz que el destino nos cobra,
la angustia es un buzón sumido en la ansiedad
por la carta que no llega.

Y los versos resultan tañidos
que acompasados anuncian la sombra
y el invierno extiende su prisión incolora
sobre la superficie del lago
apresando a los peces de vocación saltarina.
Y no hay labios y no hay tacto
y se detienen las olas,
la marea diaria.


Y cada noche, al acostarse, Sara se dice que así son las cosas, lo que suena como el ladrido del perro cobarde que pretende contagiar su miedo para así engañarse y creerse fuerte. Mientras su corazón, a quien ella niega la voz, se pregunta qué maldita penitencia redime a los corazones caídos en la desolación, asesinados por la quijada de la traición de aquel a quien entregaste tu vida y consagraste tu ser.

Y los versos resultan tañidos
y no hay labios y no hay tacto
y se detienen las olas, la marea.

martes, 19 de octubre de 2010

Maimónides

Los antiguos dijeron que el alma tiene salud o enfermedad, de igual manera que el cuerpo tiene salud o enfermedad. El alma está sana cuando su talante o el temple de sus partes le dan la disposición requerida para realizar de modo constante las cosas buenas, las acciones correctas. El alma está, en cambio, enferma cuando su talante y el temple de sus partes la ponen en disposición de obrar siempre cosas malas y acciones nefandas.

(…) En algunos tiempos y en algunos lugares ha habido algunos de estos hombres virtuosos que se han inclinado hacia algunos de los extremos, en el ayuno, en las vigilias prolongadas, en la abstinencia de carne, en la renuncia al vino, en el apartamiento de las mujeres, en el vestir ropas de lana o de pelo, en el habitar en montañas, en el aislamiento en desiertos. Pero no hicieron ninguna de estas cosas sino a modo de tratamiento terapéutico, tal como hemos mencionado, y a causa así mismo de la corrupción de la gente de la ciudad. Cuando ven que ellos pueden corromperse en su compañía, cuando ven su proceder, temen que por su causa se corrompan en sus costumbres y por eso huyen de ellos a los desiertos y a los lugares donde no habite ningún hombre pervertido, tal como dice Jeremías: “¡Ojalá tuviera en el desierto un albergue de caminantes, yo abandonaría mi pueblo y me iría junto a ellos, porque éstos todos son adúlteros, una banda de traidores”.

Maimónides, Etica.

domingo, 3 de octubre de 2010

Caballos salvajes


Chris McCandless se había sentado a jugar la partida para la que estaba predestinado y tuvo el valor de levantarse cuando tenía la mano ganadora. Esperó a demostrar que tenía dotes de triunfador para romper la baraja y empezar otra vez. Pero esta vez la que estaba decidido a jugar era SU partida.

La de Christopher Johnson McCandless es una historia de pura vida, de pura valentía, de pura humanidad. La determinación única, sencilla y clara de salir ahí afuera en pos de la búsqueda más plena y crucial que un ser humano puede emprender: la búsqueda de sí mismo. Un pecado mortal que los guardianes de la oficialidad jamás le perdonarán.

Cuando en agosto de 1992 Alex Supertramp –seudónimo que Chris adoptó en su Odisea- exhaló su último suspiro en aquel viejo y destartalado autobús abandonado en la conocida como Senda de la Estampida, en Alaska, que le sirvió de hogar los últimos meses de su vida, el último latido de su corazón puso en marcha un auténtico viento de libertad. Un mensaje de libertad que los augures de la derrota jamás podrán acallar lanzando su mensaje de miedo, de muerte, su llamada al redil. Pretenden amedrentarnos la pasión haciéndonos creer que lo importante es la anécdota, el accidente, insistiendo pertinazmente en que volar es de inconscientes y que la inconsciencia nos aboca a la tragedia. Mienten, manipulan. Manipulan para asesinar cuanto antes la memoria de Alex, porque Alex no murió con Chris.

Te dirán que Chris McCandless fue víctima de su estupidez, de su imprudencia, de su locura. Te lo dirán aquellos a los que aterra la mínima posibilidad de soltar amarras de puro cobardes, te lo dirán aquellos que han aceptado un destino que, en décadas de vida, no les deparará ni un solo minuto de plenitud como los que Chris disfrutó los dos últimos años de la suya. Dos años que fueron SU vida. Toda una vida.

La muerte de Chris no fue consecuencia de su osadía como pretenden hacernos creer los soldados de la cordura. El ya había hallado las respuestas que se había propuesto encontrar dentro de sí e intentó regresar a la civilización, lo cual fue pospuesto por la propia naturaleza. La ingesta posterior de los vegetales equivocados que le llevaron a morir fue un simple accidente. Su muerte fue un accidente y, en el global de su historia, una anécdota.

Chris McCandless saboreó bocados de felicidad que la inmensa mayoría jamás podremos ni soñar. Chris McCandless no es un inepto que se buscó su final, es un ejemplo. Un ejemplo de valentía, de rebelión, de inconformismo con lo material y de pasión por lo espiritual. ¡Joder!, un puto héroe para todos aquellos cobardes que nos encontramos perpetuamente paralizados por el miedo al umbral de nuestras respectivas Sendas de la Estampida, amansados por la seguridad. Un héroe para todos aquellos que sentimos su impulso pero que, por cobardes, nos sabemos para siempre caballos salvajes con tos y cojera.

viernes, 6 de agosto de 2010

Tyler

Como es el personaje de una película, en cierto modo un tanto histriónica, vuestro subconsciente os ha ganado nuevamente la partida y lo habéis tomado por eso, una exageración propia de un determinado cine con el único objeto de llamar la atención y pasar el rato y que siga el espectáculo. Sin más. Pero no, Tyler Durden es un cabrón que existe. Y más vale, añadiré yo.

En la mejor novela de Onetti se nos explica algo así como que la vida es un cúmulo de vidas breves que se van sucediendo unas a otras. Yo diría que la felicidad –bueno, eso no existe- los momentos felices de los que disfrutamos, son vidas breves que se intercalan en la jodida rutina que El mundo feliz nos impone. Algunas de esas vidas breves nos surgen bien por casualidad, bien porque alguien nos las procura, etc. Ahora bien, todo esto ocurre con escasa frecuencia, así que no nos queda más remedio que buscarnos nosotros mismos esas vidas breves porque de lo contario no nos queda otra que balar sin descanso en el meollo del rebaño (a muchos les gusta, en fin…) Y exactamente en este punto es donde entra en juego el cabrón de Tyler Durden. Bueno, Tyler Durden siempre está ahí, lo que entra realmente en juego es el valor que debemos echarle para escucharle y, -¡qué cojones!- hacerle caso y liarnos la manta a la cabeza. Tyler Durden es esa reflexión que nos sacude intempestivamente para que rompamos con la seguridad, con la comodidad, con la cordura, con la oficialidad, con la sensatez y nos adentremos, aunque sólo sea por el espacio de una vida breve, en ese sueño, en ese deseo ante el que tantas veces nos hemos plantado y nos ha faltado el valor para morder, sacar la cabeza de golpe de este puto mar y pegar esa bocanada de aire salvador que nos da la vida y el aguante para que, una vez metida la cabeza adentro de nuevo -qué remedio- podamos ir tirando y luchando hasta la siguiente sugerencia de Tyler Durden. Porque Tyler Durden siempre vuelve, no se calla. En nuestras manos está escucharle y procurarnos de cuando en vez una vida breve que nos de aire. Con una cerveza en la mano, ¡por Tyler!.

miércoles, 14 de julio de 2010

Degeneración

Degeneramos. Nos vamos a pique. Los dinosaurios tuvieron su época de supremacía y ésta se les pasó permitiendo que otra especie diferente –nosotros, mismamente- y con mejores posibilidades de adaptación al medio iniciara una dominación planetaria que aún sigue vigente. Las razones que llevaron al fin del reinado de esos bichos dicen que fueron naturales y repentinas. Las que van a llevar al final de nuestro reinado no se si serán naturales pero de repentinas no van a tener nada. Vamos a morir de éxito, lentamente, del éxito que supone haber vencido, hasta cierto punto, a la naturaleza y haber sido capaces de anular un mecanismo clave en la evolución y fortalecimiento de las especies como es la selección natural, esa regla inexorable y absolutamente eficaz que consigue que solamente los más fuertes, rápidos e inteligentes puedan sobrevivir y transmitir sus cualidades a las generaciones futuras. Hemos conseguido tales avances que para sobrevivir y procrear ya no es necesario ser fuerte ni, mucho menos, astuto. Siento decirlo, pero esto lleva a la degeneración paulatina de cualquier especie. ¿No se lo creen?

Leo hoy en la prensa que un australiano al que echaron de un bar porque estaba más cocido que un garbanzo, no se le ocurrió mejor cosa que buscar consuelo y conversación en la jaula de los cocodrilos del zoo de su ciudad. El genio saltó una valla y abrió una puerta, así que permítanme pensar que era más imbécil que borracho, y se sentó en el lomo de un cocodrilo de agua salada de cinco metros. El amoroso momento de intercambio intercultural -absolutamente descompensado dado que el cociente intelectual del cuadrúpedo era muy superior al de su visitante- se zanjó con heridas en la pierna del representante de la especie que domina este planeta por poco tiempo. Ahí termina la noticia de agencias pero es de suponer que este señor, gracias a las avanzadas técnicas médicas de las que disponemos actualmente, será curado y podrá seguir cultivando por el mundo sus dotes de ser racional y superior. Y procreando, claro. Legando a las futuras generaciones sus cualidades intelectuales que le sitúan en la cima del mundo.

Esto se va a la mierda. La selección natural que premiaba la inteligencia y la perpetuaba no las hemos cargado. Esa selección que habría hecho que el amigo fuese devorado por el lagartijo y su legado genéticointelectual quitado de la circulación. Somos cada vez más imbéciles. Y lo que nos queda. Esto es el fin de la especie.

lunes, 5 de julio de 2010

Kowalski

Quiero tener un vecino como Kowalski. ¡A tomar por culo! Un tipo que no me dedique una sonrisa hipócrita cada mañana porque lo dice el manual ni me hable del tiempo desde su puerta cuando aún mi corazón no ha recobrado sus pulsaciones normales tras la berrea del despertador y mi ceño sigue pareciendo la etapa reina del Tour. Un tipo que no me tenga más consideración que a su perro por el hecho de que a un antepasado mío se le ocurrió que transformarse en bípedo le resultaría útil para coger higos. Kowalski utiliza su mala hostia como escudo porque lo que le rodea no le gusta y la diplomacia es cosa de personas que no son de fiar. Huye hacia adentro y si no es feliz es a causa de que la autocomplacencia que mantiene inane al rebaño no va con él. Es capaz de distinguir la miseria en un hecho aunque sea él el autor y eso pone en dificultades a la sonrisa. Kowalski es áspero, antipático y sincero hasta el dolor. Por eso la gente como Kowalski es de fiar.

domingo, 27 de junio de 2010

Inadaptados

Bernard Marx era el inadaptado a la perfecta sociedad Fordiana ideada por Huxley. Un rebelde, un disconforme silencioso. Su aparición en la novela resulta un oasis para muchos de los que la hemos leído. Me ocurrió a mi y le está ocurriendo a mi amigo Jesús. Nada mejor en una obra literaria que hallar un personaje con el que sentirte identificado, siempre y cuando no sea el héroe, ya que de ser así estás cayendo en una mentira que demuestra que, o bien eres un adolescente inmaduro o un adulto sin madurar, es decir, un perfecto exponente de lo que te cruzas por la calle sin cesar. Jesús acaba de comenzar la novela y aún no sabe que Marx va a claudicar, o sea, nos va a traicionar. Menudo cabrón. Otro espejo que se nos hace trizas. Habrá que resignarse y aceptar que dejarse seducir por el canto de sirenas es lo natural. Bastante hacemos algunos con haber sobrepasado los cuarenta y seguir teniendo dificultades para tragar. Nuestra etiqueta dice: raros, inadaptados.

Bernard Marx no era el único. En el mundo feliz había reservas donde recluían a aquellos que resultaban incómodos básicamente por lo que representaban: la historia, el pasado que la oficialidad necesitaba ocultar –en el XIX esto se convirtió en movimiento político- Los habitantes de la reserva se ven en la novela representados por un personaje llamado el Salvaje. La desesperanza que emana de la novela es que los inadaptados se rinden como Marx o acaban como el Salvaje, balanceándose a un metro del suelo. Y si ese es el mensaje de Huxley me pregunto si la novela no forma parte en realidad de una propaganda sutil de la oficialidad. Huxley, Huxley…

Cuando yo era un chaval que empezaba a abrir los ojos los inadaptados eran los punks. Ya saben, la mugre y la furia y tal. Demasiado forzado para durar. Una impostura absurda como otra cualquiera, los hippys, sin ir más lejos. Como si auto anulándose a base de mierda fuera posible cambiar nada. Aunque hay que reconocerles que, al menos, prefirieron la autodestrucción a la sumisión, en cierto modo.

Los inadaptados de hoy son los poetas. ¿Les sorprende? Pues sí. Hay mil veces más rebelión en un poema de Panero que en el impacto de un adoquín contra la luna de un banco. Porque escribir poesía es huir. Porque escribir poesía es dedicarse a algo a lo que el rebaño jamás prestará atención y a lo que los editores tratarán con desprecio. Porque escribir poesía es tener que renovarse cada día y no poder publicar todos los años la misma novela cambiando simplemente el nombre de los personajes y la ambientación como los Asensis, Zafones y demás vendedores de comida rápida. Porque escribir poesía es ser inconformista, raro, discreto, iluso y un tanto suicida. Inadaptado.

domingo, 20 de junio de 2010

Soma

Sobredosis de soma es lo que tenemos. Y va para largo. Un colocón de 30 días. El soma es una droga que aparece en la novela Un mundo feliz (Brave New World) de Aldous Huxley, en la que los personajes la consumen y con la que curan sus penas, ya que en la novela el soma es una droga que todo el mundo toma cuando se encuentra deprimido. En la obra literaria la gente toma a menudo vacaciones de soma para encontrarse mejor anímicamente. Es el Estado quien se encarga del reparto de esta sustancia a fin de controlar las emociones sentidas por los miembros de la comunidad con el fin de mantenerlos contentos, factor imprescindible para no poner en peligro la estabilidad social. ¿Les suena? Es lo que ahora llamamos furbol y los romanos llamaron circo, con la única diferencia de que en aquel se corre tras un balón y en este delante de un león. Esto demuestra que seguimos siendo tan gilipollas como hace 2.000 años y que los que rigen el cotarro cobrando de nuestros impuestos nos distraen de la realidad y de sus mangoneos con caramelos. ZP hace pública una reforma laboral coincidiendo con el debut de la selección en el mundial de Sudáfrica. Sin ninguna maldad, ¡eh!, que es que el pobre trabaja tanto por nuestra felicidad que no se ha podido enterar que se lleva dos años hablando de que llegaba este mundial de soma, digo de furbol. Paz social a base de tres partidos diarios. Para cuando acabe el mundial ya será temporada alta chiringuitera y nadie se acuerda de 4 millones y pico de parados, pensiones tiritando y despido barato. ¿Qué podemos esperar de un país –sus ciudadanos, mejor dicho- que solamente ha protagonizado revueltas sociales en los últimos 30 años en Vigo y Sevilla cuando descendieron a sus equipos de fútbol a segunda división por deudas? ¿Qué podemos esperar de una ciudadanía que venera a clubes de fútbol que pagan sueldos megamillonarios a niñatos semianalfabetos mientras mantienen unas deudas brutales con la Seguridad Social? ¡Esto sólo puede ser droga, cojones! Y rebaño. Cabrón de Huxley, es que lo clavó. Él mismo se asombró treinta años después de su novela de lo rápido que se estaban cumpliendo algunas de sus, en teoría, absurdas suposiciones. Somos gilipollas, se mean en nuestra cara y decimos que llueve. Nos lo merecemos todo, todo.

sábado, 19 de junio de 2010

Gore

Me acaba de telefonear Gore. Cine no, Al. Porque me ha pillado recién levantado y soy lento de poner en marcha que si no me sobresalto. Se ha enterado de lo de las golondrinas. Seguro que ha sido mi vecino el que se ha chivado. Mi vecino es un gilipollas que consigue hacerme creer que soy un tipo importante con una vida importante estando todo el puto día tras los visillos vigilando todos mis movimientos. También los del resto de vecinos pero es que esos sí son importantes. El cabreo de Gore, Cine no, Al, era mediano. La cuestión es que una pareja de alegres golondrinas han decidido resolver su solución habitacional construyéndose un adosado en mi alero. Bueno, mi alero y el de Banca Cínica, que tienen parte. Y como no me han consultado y, mucho menos, han apoquinado licencia de obras, pues he cogido una larga caña de pescar a la que he acoplado una espátula y desde una ventana voy por el tercer derribo -es que son persistentes de narices- sin municipales ni nada. Yo solo, con un par. Y Al (usaré el nombre de pila para evitar confusiones) me ha llamado para montarme el pollo porque Rodríguez de la Fuente no puede. ¡Qué tío! Me ha dicho que dejo de molestar a los pobres animalillos o se me presenta en Pamplona con el jet privado y me monta una conferencia en el Baluarte por un módico caché de 240.000 euros y se entera todo quisqui de mis crímenes medioambientales. Ahí me he despertado. ¡Rediós! – le he dicho- ¿Y quién me soluciona a mi la guarrada de los lamparones anales que acampan en mi fachada? Agradecido deberías estar – me salta el tío- algo similar, pero en horizontal, perpetró Miquel Barceló en la Sala XX – veinte, no vean nada pornográfico- del Palacio de Naciones de la ONU en Ginebra y les costó 20 millones de euracos. Ahí me ha dao. Pensándolo bien, de aquí a la próxima edición de ARCO me da tiempo a cortar esa fachada del resto de la casa con cincel y Aquarius y exponerla el año que viene. Lo mismo me forro y paso de levantarme a las 5 de la mañana para ir a currar a acostarme a esas horas de vuelta de una performance cualquiera. Ahora vuelvo, que voy a echar de comer a las golondrinas.

sábado, 12 de junio de 2010

El jefe

Buenas, soy yo, el jefe del capullo titular de este blog. Y como en este mundo no hay justicia ni lógica pues escribo yo en su blog porque me sale. Porque me sale y porque los tipos intelectualmente vulgares nos pasamos la vida pensando qué coño podemos hacer para tener nuestro minuto de gloria mensual. Minuto que nos es imposible conseguir en nuestra faceta laboral por nuestra discapacidad técnica, mental y ética. Mi subordinado, el cabronazo que escribe en este blog, me conoció hace justo veinte años. Alguien le envió para que me ayudase a descargar unos paquetes de un coche de la empresa y me miró -este gesto lo ha repetido miles de veces conmigo posteriormente- como sólo se mira a un imbécil con galones porque me recorrí medio polígono de Landaben intentando abrir todos los Renault que había allí aparcados con una llave de Opel. A mi no me parece para tanto, pero lo que me jode es que fue él quien se dio cuenta de la marca de la llave que llevaba yo en mi mano. Yo creo que ese suceso marcó nuestra relación futura. Ese día ya empecé a sospechar que este me iba a salir con criterio, o sea, hijoputa. En estos veinte años me he dedicado a medrar en la empresa como solo hacemos los que no podemos ascender a base de talento, por ejemplo. Una vez arriba, la metodología es la siguiente. Lo primero es ser consciente de que eres un incompetente de cojones y que, por consiguiente, jamás en la vida serás capaz de convencer a nadie con argumentos, por lo que la táctica a emplear será siempre la de la imposición. Para esto hay que afinar con la elección de tus colaboradores más próximos. A los tipos que trabajan honradamente, a brazo partido y con profesionalidad, se les estigmatiza con cualquier excusa para que no tengan voz ni voto, porque estos suelen resultar reflexivos, ingeniosos y, para más INRI, celosos de sus derechos. ¡La madre que los parió! ¡De sus derechos y encima tienen ideas más brillantes que tú! En fin, me voy a relajar no sea que me caliente como aquel año en el que en fiestas del pueblo le rompí una guitarra en la cabeza a uno de mis amigos (mi mal beber es legendario en toda la Ribera). Bien, sigamos. Estos que piensan, fuera. Hay que elegir como colaboradores a tipos que sean intelectualmente inferiores a ti (en mi caso la búsqueda ha resultado ardua) gente que se encuentre con un cargo de confianza al que no habría soñado llegar ni pastando en el mayor campo de amapola afgano. Vagos, mediocres, sin criterio ni personalidad (esto sería particularmente dañino para el funcionamiento de mi empresa). Con estas cualidades tienes garantizado su agradecimiento gástrico de por vida, que la gente capacitada te acaba discutiendo las cosas. Así hemos ido tirando veinte años. Con la minga. El caso es que no se qué falla en este magnífico método mío que llevamos ya un año en el que la empresa está cogiendo un color muy chungo. Y miren que he ampliado mi red de cortesanos inanes y borreguiles hasta una dimensión ya un poco cantosa. De seguir así va a haber más guardias en las torres que negros recogiendo algodón. Bueno, es igual, aplicaremos próximamente una reducción salarial bajo la amenaza de que si no tragan nos vamos a China. O que vendrán los chinos aquí, que eso acojona más. Y si se ponen tiesos, que se jodan, que ahora el Zapatero Socialista Obrero Estatal nos va a permitir mandarlos a la mierda por cuatro ochenas si justificamos unos mesecillos de pérdidas sin importar si la culpa es de los que gestionamos o si nos hemos pegado veinte años ganando dinero a espuertas. Se chapa y fuera, que a mi me va a pillar con cincuenta y muchos y el riñón bien albardao y, además, estoy hasta los huevos de que el dueño de este blog no haya forma de que agache la cabeza cuando nos cruzamos por el pasillo. ¡Soberbio cabrón!

jueves, 10 de junio de 2010

Ulises

Ulises era un cabrón. Más listo que el aire. Bueno, listo no, inteligente. Lista es Leyre Pajín. Se pegó diez años en las playas de Troya usando el coco mientras otros sólo sabían dar mamporros y otros diez años de regreso a casa venciendo mil dificultades dándole vueltas al cogote. Lo dicho, un cabrón (que se lo pregunten al Cíclope) pero un cabrón con clase. Aunque cuando llegó a casa se le fue un poco la olla con los pretendientes y las sirvientas. Un día de furia, digamos. Cualquier escribiente echa un borrón. ¿Quién quiere ser Ulises hoy? Nadie. La gente prefiere ser Aquiles, un animal que arreglaba todo a zurriagazos con la pica. Mucho brazo y poco cerebro. Ese es el modelo. La culpa es del cine. Bueno, del cine y de que ser inteligente requiere esfuerzo y talento. Hacen una adaptación de la Odisea y eligen como Ulises a Armand Assante. Hacen otra adaptación de la Iliada y eligen como Aquiles a Brad Pitt. ¿A quién va a querer emular el rebaño? Exacto. A Aquiles Pitt. Hemos conseguido globalizar la coz y minusvalorar la astucia. Nuestros héroes nos definen. Ya dijo Pérez Reverte que en este mundo cualquier imbécil puede ser Héctor o Aquiles. Lo difícil es ser Ulises.